Entradas en la memoria

 Descubrir una veta de conocimiento a propósito de un tema y luego tornarse entusiasta, perseverante y atento a las pistas y probabilidades que ese fragmento de saber pudiere brindar, tiene, en el bibliógrafo, el mejor coleccionista y el más alentado entre quienes se interesan en alguna materia específica de estudio.

Trabajo necesario y servicial como pocos, una bibliografía es, a un tiempo, una colección ordenada de fuentes impresas —también electrónicas-—, y un elenco variado de la veta cultural habida en libros de formatos diversos, tanto como en revistas y en diarios, especialmente.

La observación anterior me la confirma el reciente libro: Aporte a la bibliografía de Magallanes 1908-2018 (Academia Chilena de la Lengua, 2019), del escritor y académico Eugenio Mimica Barassi. Su obra es una investigación recolectora, acotada a los textos literarios e históricos, muestras de creatividad y de pacientes exposiciones que han mantenido, durante más de un siglo, el testimonio y el talento de los magallánicos. 

Obra pertinente y necesaria para estudiosos y educadores, sobre todo cuando el año próximo se cumplirán 500 años de la llegada de la Lengua Española a Chile austral. Porque esas primeras palabras de nuestro idioma desembarcaron en 1520 de las naos comandadas por el navegante portugués Hernando de Magallanes. 

El contenido y ordenamiento del material registrado por Mimica se dispone en ocho secciones, a saber: Cuento, dramaturgia, ensayo, evocación, historia, novela, poesía, trabajos antológicos y bibliográficos, además de un índice onomástico y de obras. En total: 397 entradas de textos independientes, es decir, libros y folletos.

Paciencia, pasión y perseverancia son cualidades indispensables cuando se emprende un trabajo bibliográfico. Quizás si éste constituya una anacronía, una rareza, en esta época de instantaneidades sucesivas y de afectos desechables. Me consta que la reciente obra de Mimica Barassi le llevó más de un lustro de pesquisa.

Pero los magallánicos —también los nortinos— han aprendido que el vivir no se regala como jornada plácida. Saben de ventarrones y de hielos, de vastedades pampinas no menos que de noches abrumadoras. Las distancias son lejanías de vida y muerte en esa región tan extensa como desmembrada. Sin embargo, aman lo suyo, esa finis terrae en la que no cabe dudar, ni tiene espacio la languidez ni la veleidad, pues es necesario mantener alerta el ánima, la decisión de ser, para estar dispuesto a vivir el día siguiente.   

Juan Antonio Massone
Columna publicada en La Prensa, Región del Maule, 6-IX-2019